22. ago., 2017

Las marcas de siempre y alguna nueva!

Subir una cuesta a mediodía en el mes de mayo es difícil y más aun cuando se trata la  la “Calçada da Glória” en Lisboa. Que mejor forma de empezar el domingo sobre todo cuando tenemos sobre nuestras espaldas una mochila cargada de libros? Pero si lo que nos mueve es la idea de un buen desayuno en la “Padaria Portuguesa” de la plaza de Camões tenemos fuerzas para eso y mucho más. Caminar por la ciudad mientras la gente descansa permite ver cosas que nos pasarían desapercibidas y sería complicado captar con la cámara. Pararte a ver y fotografiar los edificios en su totalidad sin coches o autobuses que insisten en pasar delante justo cuando "disparamos", admirar escaparates y jugar con los reflejos… El primer escaparate que captó mi atención fue el de la heladería “Gellati di Chef”, con unos cucuruchos gigantes hechos de tela de Esmirna y bolas de lana. Justo al lado está la tienda de “Claus Porto” una fábrica de jabón de finales del XIX y que tiene colgado en su escaparate un enorme jabón de baño de al menos un metro. Me acerco y termino entrando a ver el local que fue una farmacia de la supieron preservar los muebles de madera que ahora sirven como expositores de sus productos. Seguimos nuestro camino, sin demasiadas prisas, porque a mi aún no me ha entrado el hambre y al llegar a la “Padaria Portuguesa” está llena! La idea de verme con una bandeja en las manos y sin sitio para acomodarme no me agrada y decido, más que sugerir, que busquemos otro local. Quizás  otra cafeteria que había visto un poco antes cuando bajamos la calle de Misericórdia. Al llegar nos encontramos con un cuadro parecido. Un local grande pero sin sitio libre para sentarnos. Empiezo a desesperarme, no tanto por mi pero por mi compañero y le indico un local que vi al otro lado de la calle, la “Chocolataria Equador”.

Parece un local pequeño, pero lo que tiene de estrecho lo compensa de largo. Tres arcos de ladrillo sirven para crear distintos espacios. Justo al entrar tenemos estanterías y mesas donde docenas de chocolates están muy bien dispuestos. Seguimos entrando y llegamos al mostrador  donde nos esperan cantidad de bombones de distintos sabores y los expositores en acrílico con tabletas de chocolate  con frutos secos y lo que podamos imaginar…

Pregunto si se puede tomar algo y el joven que está a cargo esa mañana me dice que si, chocolate caliente o café y nos acompaña hasta el fondo donde  nos sirve un chocolate muy pero que muy caliente. Mientras este se enfriaba aproveché para ver la tienda y hacer alguna compra. No sabía que chocolates elegir, y cogí unas barritas que me parecieron más adequadas teniendo en cuenta el calor que hacia fuera. Una de ellas fue la de caramelo explosivo y que resultó toda una fuente de sorpresas para el paladar y los sentidos. A destacar la atención del personal de tienda que nos cuenta un poco de la historia de esta nueva marca y nos aclara cualquier duda sobre los chocolates. El punto negativo es que tendré que volver muchas veces para probar todos los bombones…